Alma de oro Xoel Lopez
Music

“Alma de Oro”, primer adelanto del nuevo disco de Xoel López

 

El primer adelanto del nuevo disco de Xoel López llegó el viernes 21 de febrero. Alma de Oro (Sony Music Spain con licencia de Esmerarte) se convierte así en el primer corte que descubrimos del disco número 15 en la trayectoria del gallego, que se publicará en otoño y cuenta con Carles Campi Campón como productor.

 

El tema, que interpreta junto a Ede, quien suele acompañar con su voz a Xoel López en directo, se ha estrenado junto a un videoclip producido por Badator y Alabama.

 

La portada es obra de la ilustradora Rebeca Losada, quien ya ha trabajado con Xoel en otros proyectos como Combo Viramundo.

 

Alma de Oro ya está disponible en todas las plataformas.

 

Alma de oro por Fernando Neira: Xoel López, en la encrucijada de un nuevo camino

El artista coruñés estrena el primer adelanto de su 15º disco, que llegará en otoño con abundantes innovaciones

Las canciones a menudo asoman cuando y donde no se las espera, como entidades con vida propia. Alma de oro, desde luego, fue una de ellas. El primer adelanto del nuevo álbum de Xoel López (A Coruña, 1977) dio la cara en el domicilio coruñés de su firmante a primeras horas de una mañana de este pasado verano de 2019. Xoel abrió los ojos y ahí estaba ella, esperándole, diciéndole “Aquí me tienes”. El hombre que un día fuera Deluxe no lo dudó: agarró la guitarra y, aún entre las sábanas, accionó la grabadora de su teléfono móvil y registró la primera versión de esta pieza, con música y letra. Estrofa y estribillo, estrofa y estribillo. Hay pequeñas modificaciones melódicas respecto a lo que hoy pasa a ser de dominio público, este single y vídeo que avanzan una nueva aventura para el gallego más hiperactivo del pop español. Y la letra de aquella nota de voz aún era balbuceante, con alguna palabra inventada o inconexa. Pero, en esencia, asómbrense, allí figuraba ya todo. Definitivamente, Alma de oro se encontraba esperando a su autor.

 

Hay algo de nueva etapa, de renacimiento, en este Xoel López que dio la bienvenida a 2020 con dos llenazos en el Circo Price de Madrid, las únicas oportunidades hasta hoy para que unos pocos miles de afortunados descubriesen las bondades de esta nueva canción. Sueños y pan había servido a finales de 2017 para cerrar una suerte de trilogía involuntaria junto a Atlántico (2012) y Paramales (2015), una suerte de hat trick melómano en que Xoel firmaba por vez primera con su nombre propio y dejaba que se filtraran en su imaginario musical todas las enseñanzas adquiridas durante los años de estancia bonaerense y recorridos, exploraciones y aventuras por el continente hermano. Aquellos viajes fueron, piensa ahora, una “inversión en uno mismo”, el valiente empeño de poner fin a la próspera etapa de Deluxe con enseñanzas y vivencias renovadas. López vació los ahorros pero se enriqueció con nuevos sabores, colores y especias sonoras. Ahora llega el momento, de alguna manera, de empezar otra vez. Y al diablo con el vértigo.

 

Alma de oro es identificable al instante como una nueva canción de Xoel López, dueño de un timbre vocal distintivo y privilegiado, pero a su vez encierra algunas novedades muy significativas. Por lo pronto, resulta la primera ocasión en toda la discografía del coruñés (y este va a ser, atención al dato, su ¡decimoquinto! disco) en que la rúbrica es compartida. En los créditos figura también el nombre de David Quinzán, un joven cantautor de los confines atlánticos cuya obra apenas había alcanzado repercusión por ahora. Pero es que, además, López también ha querido desligarse de la producción y encomendársela de manera exclusiva a Carles Campi Campón, el hechicero barcelonés de la electrónica que figura detrás de las últimas entregas de Drexler, Vetusta Morla o Natalia Lafourcade, entre una extensa lista de trabajos. En Alma de oro no suena, presten atención, ni una sola nota de guitarra. Cero. A cambio, abundan los sintetizadores y la electrónica sutil y cálida, desde esos efectos de arpa hasta unos envolventes arpegiados que en otros tiempos y circunstancias, sin duda, habrían corrido por cuenta de alguna guitarra acústica.

 

“Todo este proceso de cambio”, reflexiona Xoel, “no es tanto ruptura como evolución. Sueños y pan era el final de la novela, de un viaje en tres episodios, y ahora me sentía ávido de nuevas experiencias. Por un lado, he descubierto que delegar es, en términos artísticos, lo mejor que existe. La composición junto a David no fue paritaria, sino en un, digamos, 70/30, pero se ha convertido en alguien que refresca mi escritura, que sugiere, contrasta o avisa: ‘Para esta parte se me ocurre algo mejor’. Y con Campi sucedió un poco lo mismo. Después de 14 discos, tenía el derecho y las ganas de decir: Encárgate de esto tú, haz lo que quieras. Yo solo establecí unas mínimas reglas del juego. Quería un disco poco retro y con escasa presencia de la guitarra, porque no me siento en mi mejor momento de la relación con ese instrumento. A partir de ahí, libertad total. Mi mundo ya me lo conozco; quería esta vez incorporar los imaginarios de otros, propiciar los híbridos”.

 

A ello se le suma, en lo estrictamente musical, que ese melómano irrefrenable que bulle en el interior de López atraviesa por un momento de especial voracidad. Él siempre se tuvo por un tipo ecléctico, ese niño que ya escuchaba en casa toda la canción de autor de medio mundo y no tardó en incorporar por su cuenta a los Beatles y demás históricos del pop anglosajón. Luego llegaría toda Iberoamérica, claro, la hispana y la lusófona, un continente en el que quiso sumergirse y que hoy siente como parte indisoluble de su ADN artístico. Pero sus listas de escucha en Spotify atraviesan ahora por un periodo de efervescencia incontrolable: permanece Silvio Rodríguez, de acuerdo, pero se han incorporado Beyoncé, Miles Davis y hasta docenas de ignotos artistas jamaicanos. ¿Por qué conformarnos con un poco si podemos disfrutar de tanto?

 

El resultado es que Alma de oro, por primera vez en 20 años de grabaciones, no le suena “a nada” al propio Xoel. “La canción me gusta porque me sorprende a mí mismo, porque no acierto a localizar de dónde proviene. No me recuerda a ningún género o artista en concreto, y creo que eso le sienta bien, aunque obligue a concederle más de una escucha. Intuyo que en buena parte del disco va a suceder lo mismo. El oyente me reconocerá, sin duda, pero verá claro que estoy inmerso en una reinvención, en los primeros pasos de un nuevo camino. Y esta nueva etapa no me produce temor. Supongo que mi música nunca entró a la primera; pero muchos de quienes llegan a la segunda o la tercera se quedan ya para lo sucesivo…”.

 

La única influencia explícita, y es más estructural que conceptual, la encontramos en Somebody that I used to know (2011), aquel fabuloso one hit wonder del belga Gotye junto a la cantautora neozelandesa Kimbra. El parecido melódico o estilístico no existe por ningún lado, pero sí la irrupción, casi por sorpresa, en la tercera estrofa de una voz femenina. A partir de ese momento, tanto Somebody that I used to know como Alma de oro se transforman, evolucionan y revolucionan; avanzan hacia un nuevo lugar y ya no regresarán, como en un viaje sin retorno, al que había sido su punto de partida.

 

Nuestra kimbra particular responde al nombre artístico de Ede, tiene de 22 años, proviene del barrio madrileño de Carabanchel y constituye el último y más sustancial de los ingredientes por los que Alma de oro no encuentra parangón con nada de lo que haya acontecido en la obra de Xoel de 14 discos a esta parte. Ede, que ni siquiera ha publicado todavía un solo tema a su nombre, es un descubrimiento reciente del artista coruñés y un “amor a primera vista”. Se conocieron a través de Fernando Lamas, el batería además de la banda de Xoel del Combo Viramundo, la banda de versiones con la que López se concede un gozosísimo divertimento en salas pequeñas. Ede se le apareció a Lamas en una jam session y, cuando acertó a pasar por vez primera por el local de ensayo de los Viramundo, “se hizo la luz”. “Pasó esa misma tarde a integrarse en el Combo”, relata Xoel, “y enseguida a mi banda. Ella es actriz, bailarina y cantante, algo muy representativo de esta generación que viene, mucho más preparada que la nuestra. No se me ocurre el nombre de ninguna muchacha tan auténtica. Ede es de esa gente que te hace sombra, y yo estoy encantado de que sean artistas como ella quienes te ensombrezcan…”.

 

Y con esos mimbres se gestó el que ya, desde hoy, es el primer peldaño en el nuevo camino ascendente de Xoel López. Un Xoel colaborativo, que comparte escritura con un autor apenas divulgado, cede protagonismo a una vocalista debutante (solo se le conocía una colaboración junto a Club del Río en Lobo amigo) y delega la producción en un creador tan poco vintage como Campi. A todo esto, ¿sobre qué trata la enigmática Alma de oro y cómo es posible que a su artífice le surgiera una parte significativa de la letra de forma espontánea? “No sé si puedo sonar un poco freudiano”, admite el aludido, “pero intuyo que una parte proviene del inconsciente, es una de esas canciones que adelantan emociones o ideas de las que no eres consciente hasta después”. Y el tema último de Alma… es, según su escritor, la soledad y la necesidad de relaciones y sentimientos auténticos en un momento en que el entorno se ha vuelto propenso al teatro, a la pantomima. “No estoy nada en contra de las redes sociales”, matiza, “pero sí del postureo. Si necesitas algo de autenticidad, echarle un vistazo a Instagram te hará polvo. Pero, aunque esa fuera la motivación inicial, la letra siempre queda abierta a las interpretaciones. Ya se sabe: nuestra amiga la metáfora siempre da juego a ese respecto…”.

 

Bienvenidos, pues, a este Xoel López de contrastes. Del hombre feliz que en Sueños y pan celebraba la paternidad hasta en dos ocasiones (tanto la nana final como Jaguar, su primer sencillo, eran sendos homenajes a su hijo, Nahuel) al hombre inmerso en la soledad tras una separación y ansioso por integrarse junto a otras sensibilidades, otras voces. Alma de oro solo es el primer eslabón. Preparémonos ahora para ir descubriendo todos los caminos posibles en la nueva encrucijada.